radiante

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tomada por: Angelica Ardila

domingo, 13 de abril de 2014

La muerte

Hace mucho no lo veía, lo recordaba con esa mirada tierna con la que alguna vez me miró y esperé un rato para que se percatara de mi presencia; en cuanto me dirigió la mirada pensé que nada había cambiado, que el seguía siendo el mismo al igual que yo y nuestros sentimientos. 
Yo estaba anonada, sentía que la felicidad no cabía en mi... Yo sé que lo amé y yo también pensé que el me había amado a mi; llegué a dicha conclusión en ese entonces porque antes de que el hubiese llegado o antes de que se hubiese marchado habíamos vivido juntos, yo lo conocía y el a mi. Se que un día tuvo que partir y pensé que no lo vería jamás... Pero lo ví después de tanto tiempo y estaba segura de que esta vez no lo iba a dejar partir, de por sí se lo juré a el a Dios y a mi (creo que el tampoco tenía intenciones de marcharse).
Yo sé que siempre guardé dentro de mi un defecto que consideré no era necesario cambiar, yo siempre creí ciegamente lo que me dijo, nunca puse en tela de juicio ninguna de sus palabras y nadie llegó a lastimarme de tal manera como el lo hizo. Un día mientras almorzábamos sin ningún reparo tomó la decisión de clavarme un cuchillo en el vientre y salió huyendo como un animal mientras yo me desangraba. Un vecino me escuchó gritar y gemir de dolor y decidió ir a ayudarme pero logró tumbar la puerta luego de insistir timbrando y que nadie abriera se llevó la sorpresa de que yo ya estaba muerta y nada ni nadie sabría la historia que yo llevaba clavada en cara herida ocasionada por el cuchillo ni del perpetrador de aquel crimen tan atroz... Esa era la historia que contaba clara a cada psiquiatra que se le acercaba a preguntarle respecto a su vida después de hallarla en un sótano junto a una fotografía de alguien que probablemente fue su hermano y había sido asesinado por la misma persona que la tuvo a ella en cautiverio durante toda su vida y la violó en repetidas ocasiones... Su padre.

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