Solías ser como un niño, jugabas
a correr libre entre la hierba mientras la brisa acariciaba tu cara y
carcajadas inundaban tu boca; aún
recuerdo toda esa alegría que plasmabas ante cada situación, me acuerdo de tus
anhelos y así mismo de tus ilusiones. Pero de un momento a otro te detuviste
para observar unas inmensas maquinas, estas maquinas hacían volar el tiempo,
sus manos corrían y corrían en su afán inminente.
Corriste tras sus manecillas,
tratando de encontrar el ritmo perfecto para llevar tu vida, seguiste corriendo
hasta que tus piernas envejecieron,
y ese corazón que anhelaba correr
y jugar se apagaba lentamente. Aun así seguiste corriendo tras aquellas
manecillas. Esperando y corriendo, hasta que por fin pudiste agarrarte del
minutero, te aferraste a él tan fuerte cómo pudiste y justo allí ¡viste tus
manos! Aquellas manos que hacía décadas habías olvidado mirar. Contaste arruga
tras arruga y te diste cuenta que no eras el mismo, en ese preciso momento fue
cuando descubriste cuanto tiempo habías gastado buscando la perfección de la
vida, alzaste tu mirada al cielo…
Estaba más azul que nunca, el sol
brillaba con intensidad sobre tus ojos y sobre aquel reloj que tan oxidado se
encontraba, ¡De repente! tu corazón empezó a despertar paulatinamente mientras
que tu alma y espíritu rompían sus cadenas, después fue el turno de tus piernas
que decidieron apartarse de las manecillas del reloj, pero hacían falta tus manos; era el preciso momento
para que soltaran aquello que no les permitió jugar en mucho tiempo… cuando te
soltaste te diste cuenta que lo que antes eran praderas se había convertido en
mares, pensaste en descender y caer en el océano para así fundirte con él pero
cuando comenzaste a caer sentiste un dolor inmenso en tu espalda. Había algo
que empezaba a brotar desde tus omóplatos, se empezaba a sacudir y prontamente
empezaste a ascender, llegaste al cielo descubriendo que te habían brotado alas
grandes y blancas… aquellas alas que te ayudarían a jugar como en aquella
pradera.
Cuando empezaste a perseguir las
nubes te acordaste del oxidado reloj. Buscaste desesperadamente su ubicación,
hasta que viste allí, desde el cielo a aquel reloj oxidado desplomándose y hundiéndose
en el fondo del mar. Fue en ese momento donde una lágrima se resbaló desde tus
ojos hasta el mar y tu corazón se llenó de alegría
Solo en ese momento, t u alma y
tu cuerpo rejuvenecieron. ¡Volviste a ser un niño! Con alas en su espalda y
experiencias de un anciano grabadas en tu memoria.
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